Culiacán, Sinaloa | Y de repente irrumpió todo el sabor de la música de tambora con aquello de mi gusto es y quién me lo quitará, mientras que por la puerta de la Casa de la Cultura Miguel Tamayo arribaba, hacia su interior, la comitiva encabezada por Jesús Madueña Molina, Secretario General de la UAS, y por Alfonso ‘Poncho’ Lizárraga, líder de la Banda El Recodo, entre otros miembros del presídium que minutos antes habían sido testigos, en la explanada frente al edificio central de la casa de estudios, de la ceremonia de inauguración de la Cuadragésima Celebración Universitaria del Día de Muertos.
Allá, Madueña Molina se había explayado respecto a las bondades de la difusión de los ritos y costumbres del país y en nombre del Rector, Juan Eulogio Guerra Liera, dio por iniciado el festejo de celebración; y también fue allá donde Poncho Lizárraga reconoció que una tradición como el Día de Muertos no debe perderse. Tenemos el gran compromiso, dijo, de decirle a las nuevas generaciones de jóvenes lo grande que es México, abundando en que, al hablar de grandeza, “hablamos de muchísimas cosas: desde cultura, desde agricultura, desde educación, de música; somos un país que es muy grande, del cual tenemos que sentirnos muy orgullosos”.
Luego de agradecer el hecho de que uno de los altares monumentales estuviera dedicado a Don Cruz Lizárraga, enfatizó que a los músicos de la Banda El Recodo y al clan de los Lizárraga, no les queda “más que seguir comprometidos con toda nuestra gente sinaloense, de poder gritarlo donde quiera que nos encontremos, que nos sentimos orgullosos de ser del Estado de Sinaloa, un estado que es de gente buena, de gente trabajadora, de gente honrada, de gente apasionada y que lo único a lo que nos dedicamos a dar, al mundo entero, es amor”.
Y de pronto ya estaban frente al altar dedicado a Don Cruz, las autoridades universitarias, como Homar Medina Barreda, Coordinador General de Extensión de la Cultura, invitados y el propio Poncho Lizárraga, quien no se cansó de agradecer a la UAS el detalle de los honores, no sólo a su padre, fundador de la Banda Sinaloense El Recodo, sino también a cinco músicos de la agrupación que se adelantaron en el camino: Aldo Sarabia, Carlos Soto, José Martínez, ProcopioSánchez y Roberto Lizárraga.
Entonces, emocionado, Poncho Lizárraga dijo que veía “muy guapo” a Don Cruz en el altar, que dominaba desde una pintura al óleo, autoría de un equipo de artistas plásticos encabezado por Jorge Luis Hurtado Reyes; y desde el altar dedicado a quien creara a la icónica Banda en la década de los 30, donde estaban su tambora original y un par de vestuario, Poncho Lizárraga aceptó que sí había elementos que en vida formaron parte de los gustos de Don Cruz, como los tamales de elote, el bistec ranchero, el menudo, la carne deshebrada y la leche.
Y mientras, en vivo, la Banda Regional No.2 de la UAS se quedó tocando El Sinaloense, mientras integrantes del Grupo de Proyección Folklórica ponían a bailar al público, la comitiva, a la que también integraba Manuel de Jesús Lara Salazar, Secretario de Administración y Finanzas de la UAS,dejó la Casa de la Cultura para dirigirse al edificio central, donde estaba erigido el resto de los altares monumentales con motivo de la XL Celebración Universitaria del Día de Muertos.
En primer término, se detuvieron en el altar dedicado a Jorge Fausto Medina Viedas, donde la comitiva estuvo acompañada de familiares del ex rector, como Dolores Armenta de Medina, y donde Guadalupe Castro, directora de la Preparatoria Augusto César Sandino, explicó los pormenores de la instalación; y fueron también donde se le hizo tributo al insigne poeta universitario, Juan Eulogio Guerra Aguiluz; visitaron las ofrendas a Don Eustaquio Buelna y al “Granito de Oro”, Rafael Buelna Tenorio.
Pero fue en el altar dedicado a Rodolfo Alfredo Tuirán Gutiérrez, diseñado por alumnos de Miguel Espinoza, catedrático de la Unidad Académica de Artes y Director de Actividades Artísticas, donde Poncho Lizárraga le ‘envió’ un mensaje a Don Cruz y a otro familiar, escribiendo en un papel, que se quedó allí, que a la postre decía: “Papá Cruz y mamá Rosa, siempre están todos los días en mi corazón, los amo al infinito y más allá. Poncho”.